jueves, mayo 31, 2007

Para Nomádica 31

Esta es mi colaboración para el número 31 de Nomádica:

Purga de juguetes

Jaime Muñoz Vargas

Un amigo y su esposa hicieron en su casa, hace poco, una purga de objetos inservibles. Como sus dos hijos, niño y niña, ya son adolescentes, empezaron por los juguetes que durante más de una década les compraron indiscriminadamente. Pronto se dieron cuenta del horror: entre peluches y plásticos lograron reunir cuatro grandes bolsas negras, de las que ahora se usan para la basura, llenas de monitos casi intactos de todos los tamaños y de todos los personajes. Cuando escuché la historia de esa recolección no pude no pensar en lo que siempre pienso cuando veo el mar de mugres que ahora es diseñado para el consumo de los niños, y eso me llevó de la mano a lo que sistemáticamente recuerdo cuando reflexiono en los excesos del consumo infantil contemporáneo. Es un parrafito de Umberto Eco publicado en su Segundo diario mínimo (Lumen, Barcelona, 2000):

Yo, sin embargo, estaba fascinado por algunos chicos de mi edad cuyos padres les compraban no un helado de cuatro reales, sino dos cucuruchos de dos reales (...) Ahora, habitante y víctima de la civilización del consumo y del derroche (como no era la de los años treinta), entiendo que aquellos seres queridos ya difuntos estaban en lo justo. Dos helados de dos reales en lugar de uno de cuatro no eran económicamente un derroche, pero sin duda, lo eran simbólicamente. Precisamente por eso los deseaba: porque dos helados sugerían un exceso. Y precisamente por eso se me negaban: porque parecían indecentes, insulto a la miseria, ostentación de un privilegio ficticio, jactancioso bienestar. Comían dos helados sólo los niños viciados...

Eco resume en esas palabras un vicio de la sociedad actual: comprar desmesurada, compulsivamente y sin discrimen. El caso de los dos helados es ilustrativo y, como bien dice el lingüista italiano, simbólico, tanto que lo podemos extender a cualquier otro producto. Todavía en mi niñez, pongo por ejemplo, el anhelo de un juguete se saciaba y el efecto de satisfacción duraba meses enteros, a veces hasta años. Un balón, una muñeca, un cochecito duraban entre nosotros tanto tiempo que, usados al extremo, terminábamos gastándolos, destruyéndolos. Hoy, al contrario, los niños (tal vez debo decir “los padres”) son distraídos con un juguete cada semana y en ocasiones menos tiempo. Son tantos los ofrecimientos y tanta la dejadez de los padres al respecto, que terminamos comprando todos los juguetes que ofrece la publicidad, incluso los de aquellas empresas no dedicadas al ramo como McDonalds, cuya “cajita feliz” (microhamburguesa, papas, refresco y monito) es el anzuelo más eficaz para atrapar niños.
He podido ver de cerca, no sin tristeza, el nocivo efecto del exceso de juguetes en mis hijas, tanto que, un poco tarde ya, me he radicalizado en la idea de no comprar más plásticos desechables con forma de juguete. ¿Qué ha pasado? Muy sencillo: la alegría, léase la satisfacción, que produce la consecución del mono dura apenas unas horas, tan pocas que al final, uno o dos días después, el nuevo objeto es arrumbado en el cerro de muñecos marginados. A veces, como me pasó con unos personajes llamados Traviezucos que mercadeó la Coca-Cola, el deseo, la insistencia en conseguirlos es más larga que el gusto de obtenerlos.
Qué hacer en este caso, me pregunto como se han preguntado seguramente muchos padres. No sé con precisión qué hacer, pues la publicidad tiene en los chicos el raro efecto de amargarlos si no consiguen lo que se les anuncia. Pero el tumulto de juguetes apilado por el olvido es una pesada evidencia de que algo anda mal y tal vez sea prudente tomar, de perdida, un camino intermedio. Darles de vez en vez un juguete a nuestros hijos, acercarles ese objeto como si se tratara de un premio muy preciado y ganado tras un esfuerzo peculiar, aclararles poco a poco las trampas del mercado, hacerles ver que el erario familiar no permite la compra diaria de cajitas ¿felices? de McDonalds. Algo, no sé, debemos hacer. De lo contrario edificaremos hombres y mujeres entregados a la compra ciega, insaciables, poco o nada concientes del valor de la materia e indiferentes al peligro del desecho.

El calentamiento global de un tirón

Para saber de golpe qué es y qué consecuencias tiene el calentamiento global, le he pedido a Paco Valdés su más reciente colaboración para la revista Nomádica (número 31). Creo que tal tema está expuesto allí con inmejorable claridad. Va:

Calentamiento global, desgracia local

Francisco Valdés Perezgasga

El calentamiento global es un problema de dimensiones planetarias al que hemos hecho poco o nulo caso. No es un problema para mañana, es un problema que ya tenemos encima. No estamos al cinco para las doce, estamos cinco minutos después de la medianoche. Aún suponiendo que, por arte de magia, los humanos dejáramos de producir gases de efecto invernadero, el calentamiento global continuaría su marcha de destrucción. Pero si no hacemos nada, esa marcha será más acelerada y la destrucción será mayor. Por ello conviene enterarnos y obrar en consecuencia.
Los gases de efecto invernadero son varios, pero quizá los más importantes sean el bióxido de carbono y el metano. Ambos se producen de manera natural y se han producido desde hace millones de años. Lo que hace a nuestra época una era especial es que los humanos, al transitar de una civilización basada en la energía solar a una basada en la quemazón de combustibles fósiles, nos hemos convertido en una fuente sumamente importante de estos gases de efecto invernadero. El bióxido de carbono y el metano en la atmósfera crean una capa equivalente al vidrio del invernadero: dejan entrar la luz que calienta lo que está bajo el vidrio y luego impide que ese calor se disipe. De esta forma el invernadero —o el planeta— incrementa su temperatura. En el invernadero, por supuesto, el agricultor o floricultor puede controlar la temperatura interior abriendo y cerrando ventilas pero esa opción no la tenemos a la mano en el caso de nuestro planeta. La temperatura global está subiendo y nos estamos cociendo dentro.
Un planeta más caliente altera los flujos y corrientes de aire y agua. Genera eventos climáticos cada vez más violentos e impredecibles. Pero también las nuevas temperaturas producen cambios más sutiles y hacen que, de pronto, una señora en las faldas frías del Montseny, en Cataluña, pueda cultivar melones en su patio por primera vez en la vida. O que en esa misma montaña catalana se vayan reduciendo las extensiones de pradera alpina al ser invadidas por los árboles que antes no eran capaces de sobrevivír en las frías alturas. Mucho me temo que, al no tener tierra más alta en la cual sobrevivir, los frescos bosques de pino y encino de Jimulco corren un gran riesgo ante el cambio global. Resulta descorazonador saber que estos bosques, comunes en nuestros llanos de Bermejillo y de San Pedro hasta hace quince mil años y que han sobrevivido durante milenios en las alturas frescas de la sierra, estén condenados a desaparecer por culpa de las actividades irreflexivas de la especie humana.
Otro animalito que viene migrando hacia nuestro alto Desierto Chihuahuense es el mosquito conocido por la ciencia como Aedes aegyptii, el mosquito de la fiebre amarilla y del dengue. Un animal desconocido para los laguneros está desde hace años entre nosotros. Es el vector de tres enfermedades, entre ellas el dengue en sus dos variantes: clásica y hemorrágica. La próxima vez que vea un moyote fíjese en sus finas patas, si tiene bandas claras y oscuras, es decir, atigradas, casi seguro se trata del A. aegypti. Las grandes ciudades de África fueron fundadas en llanos altos y frescos para evitar la presencia de los moyotes del género Anopheles. Ante el cambio climático, el mosquito de la malaria se va acercando a las grandes ciudades africanas amenazándolas con grandes epidemias. No sólo son estos dos casos de riesgos. La malaria ha empezado a aparecer en el sureste usamericano cuando tenía ya décadas de haber sido erradicada. De igual manera el suroeste de nuestro paìs vecino está amenazado por la fiebre hemorrágica causada por el Hantavirus y por la terrible peste bubónica que, al decir de los expertos resurgirán como consecuencia de los cambios del clima.
De una cosa podemos estar seguros: el cambio climático tendrá consecuencias para todos los humanos y muchas de estas consecuencias serán graves y devastadoras. Será un mundo de más riesgos para aquellos que hoy tienen veinte o menos años. No hablamos de catástrofes en un lejano futuro, estamos hablando del mundo que habitarán nuestros hijos. De lo que hagamos hoy depende que tan profundos, extensos y graves sean estos eventos. Los cambios que vienen pueden atemperarse y pueden aminorarse, pero desgraciadamente no pueden ya evitarse.
Por ello màs de un líder ha dicho que actuar hoy contra el cambio climático no es una opción política o una moda pasajera, es un imperativo moral. No podemos quedarnos cruzados de brazos ante lo que se nos viene. fvaldes@nazasvivo.com

Viene Biodiversa

Gracias de nuevo a Paco Valdés he recibido el boletín que resume los afanes que desde 2003 se han realizado en el encuentro Biodiversa. Le abro las compuertas y convoco al público para que la semana entrante se apersone en el que es, sin adarme de duda, nuestro foro más valioso en materia de cuidado ambiental. Señala el boletín: “El carácter amplio y plural de su gestación ha servido para que el encuentro tenga un poder de convocatoria singular. En sus conferencias, debates, paneles, mesas de trabajo y talleres han participado agricultores, ambientalistas, empresarios, académicos y funcionarios de los tres niveles de gobierno. De manera paralela, los asistentes a Biodiversa han sido igualmente diversos. Participan dentro del público estudiantes universitarios, empresarios, funcionarios gubernamentales, profesores de educación básica, investigadores y amas de casa. De igual manera las fuentes de financiamiento de Biodiversa han ido aumentando a medida que más entidades y empresas se suman al patrocinio y a la promoción de un evento que ha visto un crecimiento sostenido hasta llegar a la cifra de más de seiscientos asistentes.
Entre los temas tratados en las diversas ediciones de Biodiversa se encuentran, como es de esperarse: el agua, las áreas naturales protegidas, la educación ambiental, los cultivos transgénicos, el ecoturismo, la generación y el manejo de la basura y la sostenibilidad urbana. Pero también este evento ha hecho eco a temas novedosos como los derechos humanos y el medio ambiente o la relación entre la religión y la naturaleza.
A partir de 2006 Biodiversa ha enfocado su atención hacia un tema particular, en línea con lo propuesto por el Programa de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (PNUMA) para el Día Mundial del Medio Ambiente. En 2006 el tema de Biodiversa fue ‘El desierto y la desertificación’ y este año el tema será ‘El calentamiento global’. Dentro de las actividades desarrolladas en el marco de Biodiversa se cuentan conferencias magistrales, páneles de expertos, mesas de discusión y talleres, intentando una progresión desde los aspectos más generales de los temas a tratar hasta los puntos más finos y locales de los mismos. Rematamos con visitas guiadas a espacios naturales de la región como el Área de Protección de Flora y Fauna de Cuatrociénegas, el Parque Estatal Cañón de Fernández, la Reserva Ecológica Municipal Sierra y Cañón de Jimulco y la Reserva de la Biosfera de Mapimí”.Biodiversa se celebrará los días 7 y 8 de junio en su sede, el ITESM Laguna. Los interesados pueden solicitar informes al 7296341 y 7296305. Confío en que otra vez será un éxito.

Méritos del doctor Chapa

Una generosa carta a la revista Nomádica me hizo reparar otra vez en el olvido que le dedicamos a uno de los ciudadanos más lúcidos de Gómez Palacio: el doctor Héctor Chapa Saldaña. No creo exagerar si afirmo que en materia científica él es uno de los laguneros con mejores credenciales para presumir, pero su modestia lo ha mantenido al margen de cualquier aparador. Pese a su tremendo currículum, nunca alguna autoridad local le ha dedicado un reconocimiento, el justo aprecio que merece su trayectoria profesional.
Supe de él por el 84-85, cuando colaboraba regularmente para el suplemento cultural de La Opinión. Fueron, creo, los primeros ensayos sobre cultura ambientalista que leí y, por ellos, desde entonces siempre asocio mi preocupación por la naturaleza —ciertamente bastante amateur— con el nombre de don Héctor. Eran aquellos textos dechados de buena información, ejemplos de la preocupación que debíamos tener los laguneros por nuestro entorno, sobre todo por el cuidado del recurso generador de toda vida, el agua. Si algo tengo, pues, de inquietud social en este rubro, bastante se lo debo a la notable calidad académica y humana del doctor Chapa.
Luego de aquel periodo pasaron como quince años sin saber de él. Lo recordé esporádicamente, siempre a propósito de asuntos sobre ecología. Alguna vez, allá por el 98-99, vi que conformaba parte del público en la presentación de un libro celebrada en Gómez; allí también estaban las máximas autoridades del ayuntamiento, y como yo era presentador y me hallaba en el “fresidium”, aproveché el micrófono para resaltar el valor del doctor Chapa, la necesidad de tributarle un homenaje. Pasados unos meses, me enteré que hubo un conato de reconocimiento, pero todo se quedó, muy injustamente, en veremos; creo que al final ni siquiera le contestaron el teléfono.
Hoy sería un acierto que Octaviano Rendón fuera advertido sobre la necesidad de apreciar a uno de los pocos valores científicos (una eminencia, en verdad) que tiene la ciudad por él presidida. Gómez no cuenta con una sola librería, no publica una sola colección de libros ni un periódico o una revista serios; sería mucho pedir, entonces, que tuviera un centro de estudios científicos; además, para agravar la cosa, de los actuales candidatos a la alcaldía el único verdaderamente culto es Miguel Ángel Orozco, pero su lucha sólo tiene un valor simbólico (lo cual no demerita el esfuerzo). Si así está el abarrote de la cultura y la ciencia en Gómez Palacio, ¿costaría mucho esfuerzo a las autoridades (presentes o futuras) reconocer a un hombre como Héctor Chapa? A ver quién le saca esa espinota a nuestro Gómez.

Reyes de bolsillo



Jaime Muñoz Vargas

Aunque pretende ser una edición accesible al gran público, de bolsillo, Recoge el día, antología temática, de Alfonso Reyes, es una lujosa y casi inaccesible colección de ocho tomitos cuyo contenido fue seleccionado por Alfonso Rangel Guerra, quien además preparó el prólogo que aparece en el primer volumen de la serie. La tarea siempre titánica de antologar al inacabable Reyes tiene aquí, creo, una solución inteligente: en vez de buscar “lo mejor” que escribió el regiomontano, Rangel Guerra parceló no tanto en función “temática” (como se ofrece en el título), sino genérica, pues encontramos en estos bellos libros al Reyes que ara en la poesía, en el diario, en la correspondencia, en el artículo periodístico y, no podía ser excluido, en el ensayo, acaso el terreno donde ese mexicano universal se movió con mayor soltura.
Rangel Guerra lo afirma en su pórtico, y tiene razón: armar una antología de Reyes pone frente al antologador una tarea de suyo inacabable no sólo por la faraónica obra de quien escribió Ifigenia cruel, sino por su apabullante variedad de temas, una variedad que produce la impresión de infinito ante la cual muchos reculan. Los 26 tomos de sus Obras completas publicadas desde hace más de cincuenta años por el FCE rebasan con facilidad el propósito de resumirlos en una antología que, por fuerza, discrimine algunos textos y elija otros. ¿Cuáles incluir? ¿Por qué esos y no otros, si todas las páginas de Reyes dan la impresión de contar con méritos antológicos? No es fácil. La calidad, muy alta siempre, es pareja en el neoloeonés, de tal suerte que desde sus ensayos más ambiciosos (La antigua retórica, El deslinde, La crítica en la edad ateniense) hasta sus páginas más espontáneas ostentan un marcado aire de perfección, de genio invicto.
Pese a tal obstáculo, Rangel Guerra encaró el desafío y el resultado es Recoger el día, colección auspiciada por la Unesco y el Comité Regional Norte de Cooperación con la Unesco. Se trata, como dije al principio, de un trabajo editorial demasiado refinado (más: exquisito) como para llegar de veras a un público amplio. Arropados por una lujosa caja dura, los ocho tomitos usan camisa y fueron impresos y encuadernados con experta y exigente mano. En sí, es un placer abrir estos libros, gozar de su etéreo diseño. Y más que eso, encontrar a la vuelta de cada hoja la palabra siempre servicial en cualquier línea alfonsina.
Enumero el título de cada ejemplar, rótulo que de manera sintética da buena idea del contenido en conjunto: Los recuerdos, El padre Monterrey, México: la x en la frente, Amigos y contemporáneos, Ciudades y países/Los libros, La buena mesa/La mujer, El amor/La condición humana, Del epistolario/Del diario. Son ocho, pues, las vías de acceso que abre Rangel Guerra para llegar a don Alfonso. No proponen una ruta precisa. Antes bien, su plan insinúa la idea de que todos los caminos conducen a Reyes, desde su más ambicioso tratado hasta su más humilde pincelazo tirado sobre el lienzo de un diario personal. Por ejemplo, cierta pátina de grandeza tiñe el comentario más circunstancial en este abreviado día de su diario: “Río, miércoles 11 de Enero de 1939… Mi última noche en Brasil. Cumplí la misión que se me confió: reconcilié con México al Gob. Brasileño q. estaba muy lastimado y abrí al petróleo mexicano el mercado de este país. Ante esto, desaparecen mis cuestiones personales”.
El recorrido, entonces, busca observar a Reyes con vista de cóndor: abarcadoramente, a plenitud. En el tomo 1 miramos su andanza personal diseminada en textos escritos como para dar fe de sus movimientos en la vida, de su cosmovisión como ciudadano. Son páginas escritas con ánimo testimonial, siempre con algo de narrativo antes que crítico. Reyes en Monterrey, Reyes en México, en España, en París, en Sudamérica, Reyes de nuevo en el Distrito Federal. Reyes niño, joven, adulto, Reyes anciano. Reyes por Reyes en páginas atravesadas por una amable sinceridad, nunca truculentas ni condescendientes con las bajezas de espíritu.
En el tomo 2, Monterrey como una raya de luz en la memoria del regiomontano. Allí, refulgente, su “Sol de Monterrey”, tal vez el poema que lo definió con mayor encanto. Y algo similar, pero en relación a México en tanto país, contiene el tomo 3, el de la x en la frente; aquí, claro, aunque sólo en un fragmento, su “Visión de Anáhuac”. El cuarto de la tanda, un recorrido por las presencias literarias que poblaron la vida de Reyes, los amigos a los que siempre trató con sabia cordialidad. El tomo quinto hace las maletas y trata sobre los lugares, las atmósferas, los paisajes vistos y entrevistos. El 6, sobre dos pasiones alfonsinas: la mujer y la buena mesa, una asumida como ideal, como entidad metafísica, y, la otra, como concreción diaria. El tranco 7 de este periplo es el más filosófico de la serie; se refiere a la condición humana. El 8, ya lo cité, es la parte de su escritura informal, aunque nunca desgarbada: las cartas y el diario.
La suma de todo esto dibuja con pocas líneas la figura de Alfonso Reyes. Es un proyecto estimable, un homenaje más, merecido como todos, al escritor cabal del siglo veinte mexicano, el único autor que, como enfatizó Borges en “In memoriam AR”, es círculo, integridad: “Reyes: la indescifrable providencia / que administra lo pródigo y lo parco / nos dio a los unos el sector y el arco / pero a ti la total circunferencia”. Esa total circunferencia es la que busca percibir, y sospecho que lo logra sobradamente, Recoge el día, compilación del maestro Alfonso Rangel Guerra.

Recoge el día, antología temática, Alfonso Reyes, Selección y prólogo Alfonso Rangel Guerra, Unesco/ Comité Regional Norte de Cooperación con la Unesco, Monterrey, s/f.

sábado, mayo 26, 2007

Libros reencontrados

Vivir en una casa infonavítica y tener libros de más tiene ventajas y desventajas. La desventaja mayor es cohabitar con libros ocultos por barreras de libros, con volúmenes que se esconden y desaparecen cuando uno más los necesita; la máxima ventaja, se me ocurre ahora, es reencontrar obras que uno tenía olvidadas y que tras su reaparición parecen nuevas. Eso me pasa siempre que limpio un poco la biblioteca o busco algún ejemplar escurridizo: saltan otros que, como faros, encandilan mi atención y me permiten recobrar antiguos gozos.
Me pasó hace poco ese fenómeno. Sin quererlo, saltó a mis manos mi ejemplar original de Las vocales malditas, ese portentoso juego narrativo del escritor mexicano Óscar de la Borbolla (México, DF, 1952). Filósofo de carrera, De la Borbolla ha trabajado una obra literaria original, a veces excéntrica, como ocurrió en 1991 con Las vocales malditas, libro que a mi juicio es la mayor apuesta lúdica en el ámbito de nuestras letras, las mexicanas.
¿Y que hay de raro en ese volumen? ¿Por qué vale tanto según yo y según muchos? Tiene apenas, y con una tipografía muy estirada, cincuenta paginitas. Lo asombroso viene luego, cuando empezamos a recorrer su contenido: cinco cuentos escritos cada uno con cada una de las vocales, es decir, en cada narración sólo hay palabras cuyas vocales son “aes”, luego “es”, después “íes” y así también con la “o” y la “u”. Lo que impresiona no es tanto el propósito, sino los resultados: cinco cuentos hermosos, desafiantes, llenos de humor e ingenio, deslumbrantes en suma. Aunque el de la “i” y la “u” son los más difíciles, De la Borbolla los resuelve con una destreza que deja boquiabierto al lector. El desafío mayor, claro, consiste no sólo en sumar palabras con una vocal en cada cuento, sino en darles lógica, en imponerles un hilo conductor perfectamente visible. El que más me gusta es el de la letra “o”, del cual transcribo un párrafo. Es apenas un probetito que desea tentar a los lectores para que consigan este maravilloso libro (va una parte de “Los locos somos otro cosmos”):
“Otto colocó los shocks. Rodolfo mostró los ojos con horror: dos globos rojos, torvos, con poco fósforo como bolsos fofos; combó los hombros, sollozó: ‘No, doctor, no… loco no…’. Sor Socorro lo frotó con yodo: ‘Pon flojos los codos –rogó–, ponlos como yo. Nosotros no somos ogros’. Sor Flor tomó los mohosos polos color corcho ocroso; con gozo comprobó los shocks con los focos: los tronó, brotó polvo con ozono. Rodolfo oró, lloró con dolor: ‘No doctor Otto, shocks no…’”. Y así sigue; un cuento, un libro genial de Óscar de la Borbolla. Búsquenlo y léanlo ya. Pura calidad.

viernes, mayo 25, 2007

Compacto de Natalia y Uliana

Quizá excedido de entusiasmo pero no insinceramente, escribí hace poco que La Laguna pasa por un momento espléndido en materia musical. Tenemos ya dos teatros dignísimos como escenarios, una Camerata, varios ensambles, algunas escuelas especializadas, numerosos ejecutantes, una revista y, poco a poco, más público. De ahí que, con gusto, soy ahora caja de resonancia para las palabras de Saúl Rosales dichas en el TIM el martes pasado. Me sumo a su alegría por el nuevo logro de Natalia y Uliana:
“Agradezco a Natalia Riazánova el honor grandísimo que me concedió al invitarme a decir unas palabras en la presentación del disco que ella y Uliana publicaron en Búho Records.
Hubo un tiempo en que podía escucharse a mexicanos infestados de xenofobia quejarse y maldecir porque se habían abierto las puertas de nuestra nación a chilenos y argentinos. Fue el tiempo en que los militares y las oligarquías pisoteaban Sudamérica. Era triste escuchar aquella xenofobia cuando aún no se desvanecía la que había estallado contra los españoles que buscaron asilo en México por el acoso fascista de Francisco Franco.
Ahora, en este tiempo, se escuchan menos gruñidos xenofóbicos, quizá porque hemos comprendido que la convivencia de extranjeros y nacionales es una sana dialéctica de la que surgen elevadas síntesis.
Aquí celebramos una de esas valiosas síntesis. Nos reunimos alrededor de un espléndido producto espiritual gestado entre nosotros por dos artistas que sólo convencional y circunstancialmente podemos llamar extranjeras, nos reunimos para celebrar que Uliana Akátova y Natalia Riazánova, brillantes artistas rusas radicadas entre nosotros, publicaron aquí, en Torreón, un disco de sonatas para violín y piano. Sólo la incultura podría no encontrar valioso este hecho.
Natalia Riazánova y Uliana Akátova con el disco nos entregan su riqueza espiritual sumada a la de los compositores que interpretan. A los autores no los tenemos aquí, pero a ellas sí, ahora testimoniando con su obra que la convivencia plural en el campo del arte irradia, sin discriminaciones, satisfacciones para el espíritu. Con este disco que enriquece la cultura lagunera y que esperamos sea el primer festín musical de varios más, Natalia y Uliana entregan a Torreón y a la comarca un producto del alma, el intelecto y el talento.
Celebro en nuestra Natalia y en nuestra Uliana la presencia de todos los músicos que venidos de lejanas y lejanísimas geografías conviven con nosotros, alimentan nuestro espíritu y crean una riqueza artística que será herencia cultural.
No me apropio la representación de nadie, y desde mi más profundo yo, les digo gracias”.

jueves, mayo 24, 2007

Respuestas a Espacio 4

Hace dos semanas el bisemanario Espacio 4, dirigido por Gerardo Hernández, me mandó un breve cuestionario sobre la coyuntura electoral en Gómez. Creo que hoy puedo compartir las respuestas :
¿En este momento se encuentran dadas las condiciones para que Gómez Palacio experimentara la alternancia?
Siempre es momento oportuno para buscar la alternancia. Lo que no sé bien a bien es si, con otras siglas, la realidad de Gómez Palacio cambie definitivamente. Tengo la impresión de que los dos principales contendientes (el PRI y el PAN), ofrecen en este momento lo mismo: mucha retórica, mucho gas, ofertas políticas que en poco o nada se diferencian de las que escuchamos cada vez que hay elecciones municipales. En otras palabras, la alternancia no es remedio en sí, aunque por lo menos abre la puerta a posibles cambios que vayan más allá de los nombres propios o de las siglas partidistas.
¿Es lo que necesita el municipio para despertar de su letargo?
Siempre he tenido la impresión de que los municipios de Durango, y Gómez Palacio no es la excepción, viven petrificados, sometidos a cacicazgos enquistados hasta lo más profundo de su realidad y marginados del verdadero desarrollo. Hay, pues, un letargo histórico, es cierto, y no veo la forma de acabar con él. Soy, pues, pesimista, creo que dentro de veinte años el municipio seguirá en las mismas, pues no percibo liderazgos ni organizaciones políticas capaces de acabar con el dominio de las camarillas.
¿De plano consideras que los ciudadanos no tienen todavía la madurez como para sacudirse el último de los grandes cacicazgos históricos que han tenido sumido al municipio en un abandono total?
La ciudadanía, como ente abstracto, puede estar ya madura para sacudirse ese dominio, pero el problema es que nadie está dispuesto a sacrificar su tiempo para organizarla y luchar contra los cacicazgos. El municipio tiene muchos rezagos, cierto, pero bien que mal se puede vivir, ¿entonces para qué agitar las aguas? La resignación también es una forma de hacer política.
¿El coraje contenido durante tantos años pudiera llevar a los gomezpalatinos este 1 de julio a elegir una opción distinta al PRI?
Las elecciones en municipios como Gómez se ganan sólo con dinero. Hay una cultura del corporativismo muy arraigada, así que el que gaste más (sobre todo el día de las elecciones) es el que ganará. En este sentido, la ventaja la tiene Ricardo Rebollo, que ha invertido la millonada en su campaña y seguramente ya rebasó los topes legales; lo mismo hubieran hecho sus contendientes, pero no cuentan con los recursos.
Ese es el tema básicamente, que de hecho se centra en dos sopas: o PRI (Ricardo Rebollo), o PAN (Augusto Ávalos Longoria), porque ya sabes que la chiquillada o los partidos morralla, nomás no aportan nada.
Creo que ganará Rebollo, por lo que ya dije. Siento más carismático a Ávalos, pero el PAN quedará otra vez en segundo lugar, porque no ha dejado de parecer tibio. El mejor, el más preparado es sin duda Miguel Ángel Orozco Rendón, pero la estructura del perredismo coahuilense y duranguense, como bien sabemos, es precarísima.

miércoles, mayo 23, 2007

Quince sin Yupanqui



El 23 de mayo del 92 cumplí 28 años. Malos o buenos, para entonces ya estaban claros mis gustos, los pocos que hasta ese momento pude definir en una vida sin grandes oportunidades. Aquel día lo recuerdo especialmente porque recibí un regalo ingrato, una noticia: Atahualpa Yupanqui había muerto. Nacido en 1908, Héctor Roberto Chavero, que así se llamaba don Ata, era entonces para mí el compositor e intérprete de la música que satisfacía mi secreto deseo de poesía eficaz, sencilla y profunda a la vez en medio de un modesto guitarreo. El paso de los años no ha deteriorado esa admiración; al contrario, conforme han pasado esos tres lustros sin don Ata, más he aprendido a escucharlo, y más también a entenderlo, a quererlo.
Frente a una legión de letristas impostados, artificiosamente “trascendentes” (Arjona y Juanes me parecen dos ejemplos acabados de esa fauna chafa) o vacuos hasta la ñoñez (Marco Antonio Solís es el rey en tal sector), compositores como Yupanqui se erigen silenciosas e inamovibles cúspides literario-musicales. Qué lejos se ven, analizados con rigor, los temas de nuestros cantantillos frente a una milonga trabada con toda malicia por un viejo como don Ata. Y no me refiero con eso de “malicia” al truqueo verbal que cualquier versificador de cantina puede dominar si se lo propone y si lee con atención una preceptiva. El caso del argentino está más allá; sin desatender la forma, que en su caso siempre es pulcra, hay un fondo de vida en cada uno de sus versos, como palabra de gurú en todos los secretos de la existencia.
Cantado sobre todo por Alfredo Zitarrosa y Mercedes Sosa, es en la voz de Jorge Cafrune donde mejor lo paladeo. Las “Coplas del payador perseguido”, un poema tan largo como hermoso, es la pieza que resume con mayor amplitud sus facultades y su pensamiento —“Si me dicen “señor” / agradezco el homenaje / mas soy gaucho entre el gauchaje / y son nadie entre los sabios / y son para mí los agravios / que le hagan al paisanaje”—. Pero no sólo en sus canciones fue Yupanqui un tipo con ideas; como escritor, como entrevistado siempre supo hablar con lucidez de gran jefe. Sin aspavientos, sereno como un árbol metido en la tierra hasta el corazón, tenía opiniones que perfilan a un Hombre ejemplar, como cuando recuerda los ires y venires de su niñez, la sabiduría pepenada entre la gente de abajo, la gente con la que supo convivir. Un caso impecable: cuando don Ata nostalgia a su tío Gabriel, analfabeto, interrogado sobre lo que es un amigo: “Un amigo es uno mesmo en otro pellejo”. Hoy, a quince de su partir, viva por siempre el viejo del Pergamino, viva el amigo don Atahualpa Yupanqui.

sábado, mayo 19, 2007

José Ángel espectacular

Como reza la frase ya manida, hasta no ver no creer. Llego de un viaje más o menos largo a la región Carbonífera de Coahuila y poco después me encuentro con el caos del DVR. ¿Dónde está Jorge Viesca para que explique ese desastre? ¿Por qué nadie es culpable de nada cuando se trata de obra pública mal hecha? ¿Qué país es este, Agripina? (como escribió Rulfo en “Luvina”, su famoso cuento). ¿Y qué país es este?, pregunto ahora yo, en el que sin represalia ninguna un alcalde disemina anuncios espectaculares por el estado según esto para promocionar el centenario de la ciudad que gobierna. Es una pena.
Supe que José Ángel Pérez Hernández fue muy criticado hasta por militantes de su partido cuando colocó espectaculares en el sureste del estado, pero no creía yo (hasta no ver no creer) que por toda la entidad ocurriera lo mismo. Hasta en municipios pequeños, casi inexistentes, como Nadadores o Sacramento el alcalde de Torreón ha permitido que su figura luzca sonriente ante la mirada atónita de muchos coahuilenses que de un día para otro lo vieron aparecer en el panorama urbano.
No los conté, pero casi puedo asegurar que vi más de diez en esa ruta: me llama la atención que en todos el diseño sea más o menos el mismo: con el pretexto del centenario nuestro presidente hace una invitación textual para que los fuereños nos visiten. En segundo plano una postal de nuestra ciudad (la Casa del Cerro, el Canal de la Perla, la puerta de Torreón…) y sesgado a la derecha, en primer plano, el rostro de José Ángel Pérez espectacularmente trabajado en Photoshop.
Es obvio que se trata de promoción personal en vías de colocar a nuestra autoridad en el imaginario coahuilense. Sí, es obvio, pero si es así de obvio entonces para qué diantres aprovechar, con oportunismo histórico, la efemérides torreonense que sólo debería servir para enaltecernos, no para utilizarla políticamente, como si se tratara de una cerveza o de un neumático anunciado en las carreteras.
Otro detallito, no el menos importante, está en el precio de esa estrategia autopromocional. ¿Cuánto cuesta y quién la paga? ¿El ayuntamiento? ¿El mismo JAPH? ¿Quién fiscaliza ese gasto? ¿Es correcto hacerlo cuando con toda claridad se trata de propaganda política futurista más que de difusión turística? Si el gasto sale de las arcas públicas, ¿no sería mejor invertir ese dinero en obra cultural inscrita en los festejos del centenario y no en una burda maniobra de “posicionamiento” prelectoral? Son muchas las preguntas y pocas las respuestas sobre el tema. El caso es que no aprendemos. Ni con unos ni con otros llega por fin la era del gasto racional.

Mimemos a los mimos

No es amplio todavía el bufet de espectáculos artísticos en La Laguna. En realidad tenemos poco teatro, cada vez más numerosa pero todavía insuficiente música, frecuentes exposiciones, decorosa exhibición literaria y a veces algo de danza, todo ello de diferentes calidades y grados de profesionalismo. Por esa razón no puedo menos que celebrar la presencia en La Laguna de un grupo teatral cuya apuesta está en el arte de la mímica. Se trata de Proyecto M, asociación de chavos perteneciente al Centro de Arte Multidisciplinario (CAM).
Los he visto un par de veces, una en el TIM y otra, el domingo pasado, en el Teatro Nazas. Entre ambas presentaciones hubo un paréntesis, calculo, de ocho o diez meses, no recuerdo con exactitud. Lo importante es que, pese a las evidentes limitaciones actorales expuestas en cada rutina, se trata de jóvenes que están tratando de ganar el aplauso público, y es tal su entusiasmo que, a mi parecer, merecen respaldo. Los mimos Manuel Solís, José Luis Navarro, Édgar González y Ricardo Castruita logran trabar un espectáculo en donde el humor es acompañado a veces por crítica social y no obstante cierta deficiencia en el ritmo escénico es posible vislumbrar las amplias y bienvenidas posibilidades de la mímica como derivación del trabajo escénico.
La obra presentada llevó como título “Dónde está el mimo?” (así, con un solo signo de interrogación). Fueron cuatro sketches (cada uno duró cerca de quince minutos) titulados “El chicle”, “El faquir”, “Drogadicción” (el de mayor acento social) y “El vampiro”, acaso el más gracioso de los cuatro, pues a la simpática figura del chupasangre (Manuel Solís) se suma una idea interesante y bien desarrollada. Sé qué la mímica no requiere demasiada parafernalia, pero no sería mala idea que a cada cuadro se le añadiera un poco más de elementos escenográficos, esto para que no aparezcan en todos los sketches la misma banca de parque público y las mismas candilejas de luz citadina. También, y por eso hablé del lapso transcurrido entre las dos ocasiones que tuve la suerte de verlos, es fundamental que cambien las rutinas. Creo que hubo tiempo suficiente para que en esta segunda presentación, la del domingo 13 en el Nazas, los muchachos armaran nuevas historias, de suerte que el público deseoso de verlos otra vez pudiera encontrar relatos inéditos.
Pese a ello, insisto, da gusto que jóvenes como los de Proyecto M (imagino que M significa “mimo” o algo así) trabajen en torno a una actividad artística poco explotada en nuestra región. Eso es, independientemente de las limitaciones y los errores, digno de todo reconocimiento.

Boom del clientelismo

Parecía que el advenimiento de la democracia (electoral) había anulado ya el atávico clientelismo que tanto daño le había, le ha, hecho a México, que con el PAN en la presidencia iba a terminar, para siempre, el apoquinamiento de recursos teledirigidos desde la federación/gobiernos estatales/municipios a los candidatos del partido con el poder a la mano. Pero no, a la más pura usanza del PRI, como en los añejos tiempos del carro completo y del partido indestructible, tanto el PAN como el PRD, y no se diga el PRI inenderezable, usan hoy los recursos públicos como catapulta para conservar el poder a machamartillo, sin más coto que una ley menos amenazante que un algodón de azúcar.
El tema vuelve al candelero a propósito de las elecciones yucatecas, pero no debemos pensar que sólo porque allí habrá elecciones el próximo 20 de mayo los recursos de la federación le caen como diluvio al aspirante del PAN. No. La práctica es tan generalizada en todos los partidos que nadie puede decir nada sin morderse kilos de lengua. Es, para acabar pronto, una de las costumbres más arraigadas del podrido hacer político mexicano, tanto que parece un vicio inextirpable, como el tumor que se enquista y que es mejor dejar en su lugar antes que sacarlo.
La razón de ser del uso electorero de recursos públicos tiene su base no sólo en el acostumbrado mal trabajo de las autoridades, sino en la percepción social de ese trabajo, aún cuando haya sido bueno. El ciudadano de combate tiene en automático una opinión adversa sobre sus gobernantes; éstos lo saben, de ahí que no sólo se confíen en la buena administración de la cosa pública (seamos optimistas), sino que usen todos los instrumentos del Estado para afianzar a los candidatos de tal o cual tribu. Lo que hizo Fox en 2006, lo hizo también con descaro Arturo Montiel en el Estado de México, y fue evidente cómo en Torreón el anayismo quiso apuntalar a uno de los suyos, Chuy de León, para alcalde, por citar tres ejemplos escalados.
En los tres niveles de gobierno nadie se puede llamar, pues, a inocencia. Todos participan de ese delito, de ahí que las elecciones, aceitadas con el lubricante del clientelismo, nunca reflejen de veras lo que en realidad ocurre en los comicios. Ante las acusaciones, Calderón ha girado instrucciones a su patiño Mouriño para vigilar que ni un peso federal sea desviado hacia campañas específicas del PAN, como la que busca repetir en Yucatán. Poco o nada hace el michoacano con esa medida, ya que el hispanomexicano Juan Camilo, bien se sabe, es un precoz experto en desviación de recursos públicos. El clientelismo es padecimiento terco, un cáncer de los que al parecer no tienen cura.

domingo, mayo 13, 2007

Polacos en pelotas

A casi una semana de celebrado (obviamente con mucha pompa) el desnudo multitudinario, y todavía con el aroma a pelos púb(l)icos flotando en el ambiente moral de la república, atrevo un tardío pero no menos sesudo (sexudo) comento sobre el tema. Para empezar, y aunque suene un poquitín a padre Ripalda, no estoy de acuerdo con los desnudos indiscriminados. Al menos no con las fotos que hacen demasiado acercamiento a cuerpos que no están para verse así nomás, tan al detalle, como si fueran hermosos. Cierto que me gustan las imágenes de Tunick, esas que él hace a distancia y que parecen ríos de carne, dunas humanas, olas de epidermis sobre escenarios de concreto. Me gustan precisamente porque los cuerpos fofos, sin nalgas, las tetas colgantes de mamilonia y los chiles en nogada no se dejan ver en todo su esplendor, en close up, sino en una como mancha de abarrotada piel que les da a las fotos textura de tapiz. Creo que, por otro lado, el desnudo personal, el acercamiento al cuerpo humano sin ropajes, como entidad individualizada, sólo es grato en cuerpos armónicos, turgentes y saludables, jóvenes en suma. El otro caso me parece un poco lastimero, como testimoniar el deterioro y/o la tosquedad humanos y pensar que eso puede generar alegría para la vista. No es lo mismo Nicole Kidman que la Chupitos, así como no es lo mismo, supongo, ver en traje de rana a Alfonso Zayas que a Jorge Rivero, eso cuando ambos “actores” hacían desnudos en las “películas” de cabareteras. Por eso concluyo que no, que debajo de la ropa no todos somos iguales.
Debido a este debate muchos se han preguntado, o les han preguntado, si se animarían a desnudarse para el público. La sensata mayoría ha respondido, creo, que no, que por timidez o por respeto a la estética no mostrarían sus miserias ante la pupila del respetable. Soy, como buen lopezvelardeano, de los que se niegan a esa posibilidad, y mi argumento, como el de tantos otros, pasa por la timidez y porque no me siento particularmente apto para calzar trajes de Adán. Pero he imaginado qué veríamos si algunos polacos nuestros de cada día se animaran a posar para las cámaras y nos enseñaran hasta la cocina, hasta esos rinconcitos donde hacen su “nide les areñes”. Horror de horrores: si el Jefe Diego lo hiciera veríamos un amasijo de pelos entrecanos, changoleónico; si aceptara el secretario Carstens, advertiríamos una exuberancia de carnes como para mantener durante meses a una cuadrilla de caníbales. Si fuera la profesora número uno del país ya mejor no imagino nada, porque estoy comiendo y no quiero sentir náuseas. Definitivo: debajo de la ropa no somos iguales, lamentablemente.

Cartones de Escalante



Tengo al menos quince años de conocer a Rubén Escalante. Desde que trabé amistad con él noté que era, que es, como casi todos los cartonistas políticos: serio, reservado, de momentos hasta algo tímido. Esa misma personalidad sosegada se le percibí a Helioflores y a Ruis, incluso a nuestro Monsi. Pero es sólo la fachada, por lo que puedo entrever, ya que en todos los casos citados se trata de silenciosos y observadores ironistas, de seres que miran y miran a sus presas sin mover un solo músculo hasta que tiran el lancetazo de su corrosivo humor icónico.
Diseñador gráfico egresado del Iscytac, Rubén descubrió su verdadera pasión en 1992, cuando en las páginas de la antigua revista Brecha dejó ver su talento de monero. Oriundo de Torreón, Escalante alcanzó su madurez creativa hacia 1999, cuando comenzó a publicar cartones en Palabra, diario de Saltillo. Hoy, además del mono político, publica en la revista Intermezzo, donde hace retratos de personajes dedicados a la música clásica.
Creo no errar si afirmo que Escalante es un talento que siempre ha merecido más proyección. En Saltillo supieron apreciarlo, y allá persiste y hasta donde sé cuenta ya con una buena cuota de seguidores. Sin notarlo casi, tiene cerca de veinte años en el oficio y en la actualidad se encuentra plenamente hecho, dueño total de su trazo y de su visión de la realidad. Retratista fiel, gracias a la exageración que permite la caricatura ha explorado toda la gama de gestos y disparates que nuestros políticos ponen a merced, de suerte que su obra siempre nos sugiere un enfoque en donde a la exagerada maldad real (la de nuestras autoridades) él añade la exageración del artista, lo que da como resultado un producto listo para provocar esa rara mezcla de sentimientos que suele generar el cartón político: una sonrisa que está a medio camino entre la carcajada y el espanto, entre el despapaye y la irritación.
En 2005 tuve la suerte de contar con su colaboración gráfica en un libro de mi cuño y letra. Fue en Leyenda Morgan (tristemente inédito pese a que ganó el premio nacional de SLP), cuentario en el que jugué con el género policial textual e historietístico, pastiche que simula abrevar en el inframundo de la literatura tabaretera, la literatura del Sensacional policiaco vista con mirada posmoderna.
Escalante presentará en el atrio principal de Cimaco cerca de sesenta caricaturas de personalidades de la política, del deporte, del arte y de la farándula. Sus dibujos podrán ser apreciados desde hoy hasta el domingo 13 de mayo. Vayan a ver que lo que afirmo es cierto, que se trata de un talento lagunero excepcional.

Beato Carlos

Además de ser un excelente albur, el título de esta entrega (que se refiere al santo patrono de los blanquillos con h) intenta mostrar su júbilo por las declaraciones del nuevo mártir de la corrupción mexicana, Carlos Ahumada Kurtz. Tan innegable como el tosco manejo de las autoridades capitalinas al caso del argentino es la desvergüenza con la que él ha expuesto la valía de su participación en el complot (¿qué otro nombre se le puede poner a un complot?) contra López Obrador en aquellos lejanos ayeres del 2003. No es una nimiedad que el lujoso ex preso político del DF explique ahora, con la sobada metáfora del granito de arena, que la suya fue una colaboración pequeña pero redituable, dado que al final se logró el propósito de descarrilar a un enemigo insoportable.
Soy de los muchos que todavía no tiene ninguna duda sobre la participación delictiva del gobierno federal anterior, el de Fox, en las elecciones de 2006. Soy pues de los que creen, contra el escarnio y la indiferencia, que desde las cúpulas empresariales fue impulsado un proyecto de demolición contra el candidato que no garantizaba la continuidad del saqueo. No quiero exaltar con esto, que se entienda, a la figura de AMLO ni de su partido, ni eximirlo de errores ni de vicios, pero eso es muy distinto a soslayar que toda la maquinaria de la federación y sus compinches se ensañaron y orquestaron un complot en el que Ahumada fue invitado estelar, acaso el primero que lanzó un torpedo a la línea de flotación pejista.
De qué se ufana pues Calderón, con qué cara sale a decir que es el presidente del país, si su llegada a Los Pinos obedeció a una estrategia perfectamente enhebrada para llevarlo al poder costara lo que costara, a pujidos, independientemente de la voluntad de los mexicanos expresada en las urnas. La tele duopólica, Fox, Salinas, Elgang Ster Gordillo, el CCE, el clero, la plenaria yunquista, Diego Fernández y por supuesto Ahumada Kurtz interpretaron un guión que todavía no termina, pues la película se sigue rodando con las declaraciones cada vez más inverecundas de sus actores. Así como Fox se “desquitó”, así como la Gordillo fue pillada en grabaciones de promoción blanquiazul, así ahora el empresario argentino (quien por cierto también vino a joder la borrega en el Santos) confiesa que lo suyo fue un óbolo a la justiciera causa del bloque antilopezobradorista, como si eso fuera una gracia y no una desfachatez.
Insisto que la película del 2006 sigue en rodaje. A medida que camina este sexenio espurio seguiremos viendo más y más pruebas de su adulterado origen. ¿Cómo decirle, entonces, presidente a Calderón? Imposible.

Shock en Apatzingán

El efecto de saturación mediática todo lo devora, incluso el asombro de saber que el lunes hubo 22 muertes violentas en la guerra de/contra/con/entre los cárteles y a nadie, o a pocos, parece importarle. Ante esas cifras, da la impresión de que la partida contra el crimen organizado ni siquiera apunta a tablas, sino a una derrota parcial, al menos, de la estrategia seguida hasta ahora, caso de que en verdad la haya, por el gobierno federal. La gravedad de esta situación es inmensa, y la percepción de los ciudadanos no puede ser modificada nomás con los discursos de mano dura, combate firme y blablablá. La gente de a pie, pese a la indiferencia que provoca el exceso de noticias al respecto, no se equivoca si piensa que el clima de intranquilidad y de muerte está fuera de control, en la anarquía total, como si no hubiera Estado suficiente para encarar a los criminales.
En ese pavoroso caldo de cultivo cenamos el lunes con la mala nueva de que el ejército participa de lleno en el combate a la delincuencia, aunque con métodos no precisamente lícitos. El cruento escenario de Apatzingán preocupa porque no está en la competencia de las fuerzas armadas ese tipo de embestidas contra los presuntos narcos. Por más que sean criminales quienes disparan, en el actual Estado no es legal que el ejército actúe de esa manera contra los supuestos infractores de la ley. Se dice “presuntos” y “supuestos” precisamente para distinguir al sujeto que está en posibilidad de que se le asienten cargos, lo que por cierto no se podrá hacer en el caso de los caídos de Apatzingán, dado que en vez de intentar su aprehensión se les atacó con furor aniquilatorio, al grado de dejar la finca donde se agazapaban convertida en una piltrafa de escombros y vehículos incinerados, de posguerra.
Los 22 muertos del domingo al lunes, la acometida nada tersa del ejército y la sensación de que el promedio aumentará son llamadas de urgencia que no parece escuchar Calderón, quien se ha estacionado desde hace meses en el estribillo, sin correspondencia con la realidad, de que no cederá ante la belicosidad del narco. Está bien que diga eso, pues el discurso de la derrota es impensable, pero que al mismo tiempo su aparato policiaco y judicial entre a un rediseño que frene o al menos mitigue el caos de los meses recientes. Se ve lejana esa situación. Quién sabe a qué horrores deberemos llegar para concluir, por fin, que el crimen es el auténtico mandón en el país.

Ánimo, Mario
Sé que el problema de mi amigo Mario Gálvez es pasajero. Confío en su fortaleza y lo espero pronto, como sus muchos lectores, en el espacio que sólo él puede llenar.

sábado, mayo 05, 2007

Aristas del libro

Carlos Castañón hizo ayer un elogioso comentario sobre la mesa organizada el miércoles pasado en el TIM. Hablamos varios, como se difundió oportunamente, sobre el libro y la condición actual de la lectura, reflexión que nunca será ociosa en países asolados, como el nuestro, por un déficit aterrador de la cada vez más rara especie denominada homo bibliograficus. El mérito de la convocatoria le cabe a mi talentosa amiga Mariana Ramírez, quien con el auspicio del TIM y Claudia Máynez supo reunir, por primera vez entre nosotros, a un buen número de bibliómanos empedernidos.
Es difícil hacer en tan poco espacio un resumen de lo que se dijo aquella noche; fueron muchos los pareceres y harto ricas las experiencias allí narradas, tanto que la reunión rebasó la insólita marca de las dos horas y media. Sin embargo, en un intento por extraer la esencia de cada participación, quiero sintetizar algunas de las respuestas expresadas a estas preguntas: ¿Cuándo y cómo ocurrió su primer contacto con los libros? ¿Cómo definen al libro, dependiendo de lo que les representa tanto objetiva como subjetivamente? ¿Si desarrollan un oficio relacionado con la producción o difusión de libros, por qué decidieron dedicarse a ello? ¿Si consideran a los libros una de sus herramientas de vida laboral y personal más importantes? ¿Cuál es su diagnóstico acerca del futuro del libro frente a las condiciones actuales de la economía, el interés de los lectores y las novedades tecnológicas?
Saúl Rosales definió al libro como instrumento bicéfalo de conocimiento e imaginación, como la posibilidad “de tener una familia más grande y más sabia”. El profesor Sergio del Bosque, librero, hizo una participación anecdótica y en todo momento destacó la importancia de sus preceptores al momento de elegir el camino de los libros (como lector y vendedor). La diseñadora e ilustradora Patricia Hernández enfatizó la importancia del cuidado editorial, el beneficio que se le hace al lector cuando los libros exhiben una apariencia estética impecable. Carlos Castañón, en su papel de investigador, hizo ver la importancia del libro como fuente de información y reflexión científicas, así como depósito natural del conocimiento encontrado por quienes se dedican a trajinar en la ciencia. La joven estudiante de derecho Sofía González definió al libro como una “oportunidad”, la que se puede dar cualquier persona para dialogar con el saber expresado en signos sobre papel. Velia Ruiz, bibliotecaria, hizo un veloz recuento histórico de las bibliotecas en Torreón. Fue pues, sin duda, una mesa grata y aleccionadora. No es mala idea que su convocatoria se repita.

viernes, mayo 04, 2007

Cachondos de angora

La carne es cañona, y si no pregúntenle a la madama Deborah Jeane Palfrey, proveedora casi oficial de zorras para el consumo de la elite política republicana de Washington, DC (que ya no significa Distrito de Columbia, sino Dedicado a Coger). Y aunque tendemos a pensar que el trafique prostibulario es sólo asunto de albañiles y traileros, si le rascásemos con afilada uña a cualquier sociedad (Torreón podría ser un buen laboratorio), caeríamos en la cuenta de que ese tipo de intercambio comercial se da en todos las celdas del enjambre humano, sean pobres, sean clasemedianas o sean billetudas.
Washington da pues una prueba más de que, como en Muerte en Venecia de Thomas Mann, la cultura más rigurosa apenas es un dique de papel cuando se trata de contener los torrenciales ímpetus localizados debajo del ombligo (aunque ya hay una variedad muy amplia de estiletes y orificios disponibles para alcanzar el máximo placer dérmico). De hecho, la capital de EUA y su madama de cajón demuestran que la moral sexual republicana, estoica en los discursos, más verbalmente mochilona que la de Jorge Serrano Limón y Onésimo Cepeda juntos, en realidad es un castillo de naipes que se desmorona al primer soplido de una ricura dispuesta a ceder el maquinón no por amor, sí por, mínimo, 300 dolarucos por hora de chamba.
El escándalo, ampliamente documentado por la prensa internacional que gracias a la Koblenz Mónica Lewinsky ya sabe que en Washington se cuecen tan buenas habas como en el Valle de San Fernando, reporta que la madrota (así las conocemos acá) Deborah (devora) Palfrey, pese a su rostro de experimentada ejecutiva tetralingüe, se dedicaba a regentear encuentros para calmar a muchos republicanos un tanto urgidos de tener cuchi-cuchi. Eso no es lo malo, pues la hipocresía para eso sirve, para cubrir de honorabilidad la calaña de los chingaqueditos, sino que la señora pasó una lista descomunal a la ABC News, papeles que contienen las señas de prominentes polacos del partido en el poder, como “un economista del gobierno de Bush (…), un destacado ejecutivo en jefe, varios cabilderos y algunos militares”.
Ante tamaña evidencia los involucrados en dichos pecadillos de lesa moral republicana están que no los calienta ni una película triple equis, más nerviosos que un adolescente frente a la nada escasa doble pechuga de Samantha Fox. Deberían tranquilizarse. Que sigan el ejemplo de nuestro Pancho Cachondo, el celebérrimo diputéibol panista que cuando fue descubierto con las manos en la carne se convirtió al cinismo, le valió madres la continencia yunquil, se pasó la reputación por calva sea la parte y a gozar, mi negra.

jueves, mayo 03, 2007

Ludueña, un crack

Luego de 32 años como devoto futbolero sé lo suficiente sobre soccer como para entender que, sin apasionamiento, dicho esto de la manera más serena posible, el Santos sólo tiene un jugador ubicado por encima del promedio: Daniel Ludueña. En realidad no sé qué anda haciendo aquí, pues su categoría está para otras ligas más exigentes, para encuentros con un nivel más alto que el desarrollado de ordinario en el torneo nacional. Cuando recién llegó a México contratado por el aborrecible equipo de los Tecos, esto en mayo del 2005, vi repeticiones de sus jugadas y de inmediato percibí que se trataba de un fuera de serie en el contexto nacional. Provenía del Ríver, lo cual garantizaba de antemano su solvencia, pero era necesario verlo en acción, sentirlo gravitar en una cancha local, como pronto ocurrió.
Los juegos de los Tecos no los veía yo (no los veo todavía) ni amarrado a una silla, pero en las resúmenes dominicales de tv encontraba a flashazos el talento de Ludueña. De inmediato, en aquella su primera temporada tapatía, el argentino desparramó pinceladas memorables en la cancha, jugadas que sólo unos pocos pueden consumar de una manera casi habitual, como si la genialidad fuera parte de su comportamiento ordinario. Un quiebre, un desborde, un centro, una definición, un cambio de juego, una recepción, todo lo que Ludueña hacía con los Tecos me dejaba cada vez más convencido: este desgarbado, aunque a veces parece un tanto apático, es el mejor extranjero que se desempeña ahora en nuestro país, lástima de equipo detestable el que lo trajo.
Por esa razón, cuando a finales de 2006 se anunció su llegada al Santos no pude menos que sonreír con la noticia. La cosa empezó mal, sin victorias, en sequía casi absoluta, pero secretamente, sin hacer mucha alharaca, el morocho Ludueña, este “cabecita negra” de la hermana república conosureña, dio pases, gambeteó cuanto quiso, marcó algunos tantos e hizo durante la temporada lo que ningún otro jugador albiverde: garantizar en cada una de sus acciones una sorpresa, un riesgo, una elección diferente, tanto que sin duda fue el único capaz de inquietar a los rivales, el único provisto de armas inesperadas.
El domingo pasado, aunque la crónica deportiva apenas resaltó su desempeño, fue el mejor (otra vez) del club lagunero. Resalto sólo tres de sus aciertos: en el primer tiempo, un disparo de latigazo (tapado por el Conejo Pérez); en el segundo, un pase filtrado con chanflecito bien acá y el cambio de juego (perfecto, poético) que a la postre propició el segundo gol. Pase lo que pase, Ludueña ya desquitó su sueldo en el Clausura 2007. Es un pinche crack.

Piratas del camión



Debo hacer un trámite en Saltillo y para eso es necesario estar allá temprano, antes de las diez de la mañana. Despierto a las cinco, hago mi veloz arreglo personal, ordeno un mínimo equipaje y tomo un taxi a la Central. Ya allí, aviento el mismo volado de siempre: Ómnibus de México o Estrella Blanca. Recuerdo en ese instante a Carlos Mota, quien, aunque nunca ha de subir a un bus, se enojó mucho con la empresa Ómnibus por el reciente y terrible choque en Chihuahua. Me la juego: con todo y accidente, los Ómnibus suelen andar más aseados y ser un poco más puntuales. Voy a la ventanilla, pregunto por una salida y allí está, lista en los andenes. Son las 6:15 am.
El camión va casi lleno, pero no me equivoqué. Trae buena iluminación, el clima no es una congeladora y los asientos funcionan. Todo parece estar en orden y me tranquilizo, pues trepar a un camión foráneo siempre es un albur. Ya en Matamoros me cala otra vez el sueño; quiero seguir leyendo, pero el arrullo de la carretera es más poderoso y caigo vencido por Morfeo. Me arrellano en mi asiento y le digo adiós, por un momento, a la realidad.
Despierto poco más allá de Paila, creo. Son casi las ocho. Hojeo el periódico. Sin hacer más llego a la capital de Coahuila. Milagrosamente, un perfecto viaje de ida, sin contratiempos, cómodo. Las cinco horas que vienen me sirven para despachar el asunto. A las cuatro de la tarde estoy ya en la Central de Saltillo, listo para volver a La Laguna, optimista porque todo salió bien. Tiro el sistemático volado: Ómnibus o Estrella Blanca. El primero me dice que su próxima salida se dará dentro de media hora; el segundo, que hay una unidad de la línea Futura en los andenes. Pago. La unidad 0044 va casi vacía. Tomo mi lugar y de golpe se me deja venir el espanto. Todo el interior hiede a mierda, como si no lo hubieran aseado nunca. Hago un esfuerzo sobrehumano para contenerme, para no reclamar nada, pues nada se logra con microquejas en este país. Me obligo a dormir pronto, de inmediato, para no pensar/guacarear. Despierto en el camino y la televisión ofrece la segunda parte de los Piratas del Caribe. Si no es así, forzado por las circunstancias, no veo esas historias para niños; le pongo un poco de atención y me maravilla la facha de Davy Jones, un meduso tan abominable como despiadado. En ciertas partes del film, ese protervo esperpento marino resume con dos frases la fétida travesía en el Estrella Blanca: “¡Que no se escuche la palabra alegría en este barco!”; y esta otra, escupida a sus galeotes pero aplicable a los pasajeros de un camión mexicano estándar: “¡Que nadie mire al cielo con esperanza!”.

Karaoke periodístico II

Lejos de ese mundo, al margen por completo (ahora ya no tanto) de gavilleros hardcore, los ciudadanos de a pie imaginamos que la muerte es igual de dolorosa en todos lados. Seguro que debe doler mucho a cualquiera, más si es trágica, pero la pena se mitiga en algo cuando de antemano ya se sabe que el riesgo de morir es muy grande y cuando se cumplen los rituales de la valentía que exige, por ejemplo, el temible mundo del hampa. Si a la certeza previa sobre el alto peligro en el que viven quienes se mueven entre esas sombras añadimos la posibilidad de pasar a la historia en un corrido, ya podemos entrever que la muerte no es tan terrible para algunos, y acaso es hasta deseable, mucho más que colgar los tenis de rucailo en la cama de un hospital.
Por supuesto no hago el elogio de esa valentía torcida e ingenua; sólo trato de entrever por qué cientos de hombres caen muertos en el norte y como si no pasara nada, como si fueran moscas. En este caso, creo, la cultura de la muerte, omnipresente en las fronteras, ayuda a prepararse para apurar el trago amargo de la partida por sobredosis de plomo. Esa cultura no está en los libros, sino en la conversación de la calle y, principalmente, en la música popular que festeja las gestas con cinto pitiado y cuerno de chivo como si se tratara de odiseas helénicas. Ahí está, por ejemplo, interpretada por Los Cadetes de Linares, el corrido de “Dimas de León”, nombre propio que de entrada tiene una resonancia campirana que inspira temor, pues de golpe, nomás con oír “Dimas”, ya imaginamos a un pelao bragao al que no le caben los tanates en el chon. Leamos su encontronazo con la muerte.
Empieza, como todo corrido, con el cronotopo, es decir, con la ubicación espaciotemporal del suceso: “Un día 10 de septiembre / de un domingo que pasó / en el puerto Matamoros / un velador lo mató”. Esta entrada es casi periodística, y sólo faltaría el “quién” (Dimas) para tener un resumen de todo el hecho, pues sabemos el qué, el cuándo y el dónde con toda claridad. Más información: “Dimas salió de Reynosa / en su carro preparado / a visitar a su amante / así lo tenía pensado”; vemos aquí el homenaje al coche “preparado” (blindado, con caballaje extra, poderoso), gran fetiche de la cultura delincuencial; la presencia de la amante en este mundo es básica y, de hecho, matón sin amante no es matón. Luego: “Dimas y dos compañeros / en un cabaret tomaban / como le tenían miedo / ya todos se preparaban”; en estos versos hay muchas lagunas que debemos llenar nosotros; ¿quiénes le tenían miedo a quién?, ¿quiénes se preparaban? Suponemos que los vigilantes del cabaret, claro, pero ¿allí trabaja la amante de Dimas? “El velador temeroso / de que Dimas lo matara / mandó llamar [a] los empleados / para que lo desarmaran”; otra vez, mucha ambigüedad: ¿por qué teme el velador?; tenemos que suponer que Dimas es, sin duda, un criminal de (literalmente) armas tomar, y más vale estar prevenidos. Sigue el cd: “Primero a Daniel Cantú / la pistola le quitaron / y también a Cayetano / que en el carro le encontraron”; la labor de desarme, profiláctica, empieza pues por los lugartenientes, sujetos que también ostentan nombres que hubiera festejado Rulfo; y viene el desenlace: “A Dimas lo detuvieron / cuando éste iba a intervenir / por la espalda le pegaron / no lo dejaron salir”; el protagonista del corrido es, entonces, liquidado cobardemente, cuando se envalentona porque a sus compinches les despelucaron las armas. “De pronto Miguel Balderas / su pistola disparó / con dos balazos certeros / el cráneo le atravesó”; así, sin metáfora, con una crueldad retórica poco envidiable, el compositor describe la trayectoria de los proyectiles. “Adiós Reynosa querido / orgullo de la frontera / donde Dimas se paseaba / con su pistola por fuera / Ya con esta me despido / señores de esta región / ya murió Dimas de León”. Poco puede agregarse; ésta es la subpoesía que apapacha sin rubor nuestras matanzas.

Para Nomádica número 30

Mi colaboración para Nomádica 30:

Uno y sus acciones

Jaime Muñoz Vargas

Cuántas veces hemos oído que “uno es lo que come”. También es reiterada la frase “uno es lo que dice” o “uno es lo que piensa”. De toda esa variedad de enunciados que sin duda andan por el mismo rumbo semántico, el que más me interesa, por el compromiso social que implica, es el siguiente: “uno es lo que hace”. Me interesa, digo, porque cada quien su comida, cada quien sus dichos y cada quien sus pensamientos, no así cada quien sus acciones, dado que todo lo que hacemos hacia afuera de nosotros afecta a los demás, modifica para bien o para mal el entorno en el que nos movemos.
Tanto y tamaño choro sólo para hacer preámbulo a una acción minúscula que bien puede ser narrada como cuento. Todos los días, o al menos seis de la semana, un hombre como de 55 años pasa por la acera de mi casa (que no es particular, sino pública, como todas o casi todas las aceras de toda la ciudad). El hombre, a quien llamaré “Señor X”, tarda aproximadamente de cinco a siete segundos en pasar esos diez metros de ancho, lo que mide el frente de mi humilde aposento. El sujeto (bajo de estatura, flaco, moreno, de pelo entrecano y correoso, sin panza) parece siempre aseado, usa jeans, camisa vaquera clara y botas con imprescindible “tacón cubano”. No dudo que sea, a su modo, un obseso de su facha, pues difícilmente se le ve desfajado o pringoso. Por lo que puedo inferir, no tiene coche.
Me he detenido en todos esos detalles no por adornos literarios, sino por la acción que, sistemática, religiosa, tercamente ejecuta ese sujeto mientras pasa por mi acera: tirar una “carterita” (así les llama mi mamá) vacía de aspirinas; no una carterita entera, sino recortada, en la que caben (o cupieron) dos pastillas. En su mano el tipo ase, también eternamente, una Coca-Cola “de 600” en envase de plástico. El líquido de esa botella lo usa para, mientras camina, empujarse las dos aspirinas y mitigar un dolor de cabeza o qué se yo.
Como no tengo servidumbre, suelo hacer un poco de aseo a la calle cada dos o tres días. En ese trance encuentro de todo, como todos en esta comarca adicta a tirar mugre: bolsas de frituras, latas, periódicos, publicidad (que desecho sin abrir) de Promosobre y compañías afines, palitos de paleta, celofanes de dulces, escoria miscelánea. Lo que nunca falla, lo que siempre me espera a la hora de limpiar un poco, son las carteritas recortadas del Señor X. Siempre, como si fuera una maldición egipcia, el sujeto deja su pequeña inmundicia en mi insignificante tramo de jardín exterior, y en los cinco años que llevo de habitar la casa de la que hablo, y si la aritmética no engaña, es posible que yo haya recogido poco más de mil carteritas arrojadas al suelo, a “mi” suelo, por el Señor X.
He comentado el asunto a mis cuates, y es obvio que la risa es lo primero que genera una historia como la que acabo de contar. ¿Por qué no le dices nada al tipo?, me han respondido algunos. ¿Y qué le puedo decir?, les contesto. No es mi estilo andar aconsejando callejeramente a la humanidad y ya imagino el lío que se puede armar por una minucia, dado que al Señor X sólo le podría demostrar la comisión de un microdelito: tirar un pequeño residuo el día que lo sorprenda y me anime a reconvenirlo, pues si le digo que lleva a cabo esa acción todos los días, él tranquilamente podrá hacerse el desentendido.
¿Qué mal le puede hacer al mundo un hombre que tira una carterita de aspirinas recortada en dos? Comentan otros. Sí, un pequeño contendor de plástico no le hace nada al mundo; más, no le hace nada a mi jardín, pero el problema no es ése, sino la actitud que se agazapa detrás de tan (aparentemente) insignificante gesto. Tirar una, dos, tres, cuatro, veinte, cien, quinientas carteritas exactamente en mi casa me daña a mí, pues ¿qué necesidad tengo yo de recoger la basura que no genero? ¿Por qué debo agacharme yo y no quien consume esas pastillas? Pero más allá de ese hecho individual, lo que veo y me aterroriza es que para el Señor X la basura es una entidad ajena a su persona, algo que no tiene nada qué ver con él, como si sólo fuera propietario del producto en sí y no del envase que lo contiene. Creo que se equivoca: cuando compró sus aspirinas, el Señor X también compró la basura que tal medicamento conlleva, así que no está en derecho de tirarla donde le apetezca, independientemente de que elija mi acera u otro sitio.
Lo terrible, en todo caso, más que la carterita de aspirinas, es la actitud. ¿Qué hará luego con el envase plástico de Coca-Cola? ¿Qué hará con todos los demás empaques de los productos que consume en la calle? Y voy más lejos: ¿cuántos miles, cuántos millones de Señores X deambulan por el globo? Por eso vivimos entre inmundicias: la basura es siempre de los otros, nunca asunto personal, algo que con módicas acciones deberíamos –podríamos– controlar.