sábado, diciembre 02, 2017

Listo Grava suelta












Grava suelta es un libro que no me disgusta aunque sea mío. Haber imaginado, escrito y ahora publicado cien relatos me demandó un esfuerzo extraño, intermitente y concentrado a un tiempo, diverso y compacto a la vez. Gracias a Antonio Ramos Revillas, responsable editorial de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ayer lo presentamos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Me dio gusto que entre la concurrencia hubiera varios laguneros, como ocho, que arroparon mis palabras de presentación.
Cada vez que nace un libro propio, hay dos caminos: desentenderse, dejarlo andar, o apoyar su andanza por el mundo. Yo suelo elegir un camino intermedio: apenas sale el libro, trato de ofrecerlo al potencial lector, hacer una, dos, tres presentaciones, para luego dejarlo solo y a merced del tiempo. Confío en que Grava suelta hallará lectores. Mi amigo Fabián Vique, argentino, escribió el texto de la contratapa. Creo que lo describe bien con estas palabras:
“¿Cómo no empatizar con los libros, esos artefactos melancólicos empeñados en darle un orden al universo? Empiezan y terminan, se encauzan en géneros, se agremian en bibliotecas, carpetas, directorios. La obra de Borges o Kafka trajo al primer plano el asunto y desde entonces tenemos la llave pero nos falta la puerta. Todo bestiario, todo diccionario, toda colección participa de alguna manera de ese afán.
Detrás de los catálogos acecha la desesperación. Grava suelta, a pesar del título o precisamente por ello, se postula como uno de esos dispositivos donde lo innúmero se enumera. ¿Cómo definir entonces las piezas que lo integran? ¿Microrrelatos cortados a cuchillo? ¿Aguafuertes de la era del desconcierto? ¿Inventario de perdedores? ¿Pinturas rupestres en calles olvidadas? ¿El mundo desde sus esquirlas? No hablaré en particular de ninguno de los textos del libro, pues cada pieza podría ser el sol alrededor del cual gira todo lo demás. Es un libro para abordar en cualquier página y volverla centro. El truco radica en que el individuo, el animal o el objeto aludido en cada texto es siempre un arquetipo, a lo que podemos sumar el detalle, el giro, el adjetivo, el hallazgo en apariencia lateral. He ahí una parte de la magia de este invento. Lo demás está en tus manos, lector.
Pero quizás todo lo dicho aquí sea innecesario. Acaso baste con afirmar que el arte de Jaime Muñoz Vargas está en cada pieza de Grava suelta, el preciso y visceral artilugio que ha pergeñado”.

Foto: Fernando Fabio Sánchez, JMV, Gerardo García y Antonio Ramos Revillas. FIL Guadalajara, 1 de diciembre de 2017.